domingo, 4 de marzo de 2012

Manhattan Transfer: El bazar babilónico

Manhattan Transfer
El bazar babilónico

Tengo la bonita o crispante costumbre de, literalmente, dejar los libros destrozados después de leerlos. Los doblo, los subrayo, huelen y están manchados de café, les doblo las esquinas... Los dejo llenos de rastro humano, de experiencia, de pasado. No me gustan los libros que tengo que coger con pinzas por miedo a estropearlos, me gustan aquellos con los que me puedo quedar dormida y darles un buen revolcón. Se nota si un libro me ha gustado cuanto más destrozado acaba. Manhattan Transfer (John Dos Passos, Debols!llo) ha quedado irreconocible.

Dos Passos junta sus manos como si fuera a beber y sostiene sobre sus palmas una de esas bolas de cristal, que se llenan de nieve cuando las agitas, en cuyo interior se alza Nueva York. Una Nueva York en construcción, igual que sus personajes.

A medida que pasan las hojas, se va creando un delicado encaje, manchado de hollín y whisky, en el que el tiempo, el espacio y los personajes se van entrelazando y dando lugar a una asombrosa visión poliédrica. Observamos el Nueva York de la época (la primera década del siglo XX) a través de un caleidoscopio de personas, años y calles que chocan y se diluyen los unos en los otros.

Dos Passos nos traslada, nos hace sentir Nueva York a través de sus bellísimas imágenes. Nos muestra la personalidad de una ciudad, de un modo de vida que todos odian, pero que todos ansían y no pueden dejar, como una droga, como alguien que sabes que no te conviene pero al que vuelves una y otra vez. Un lugar que te lo puede dar o quitar todo en cuestión de minutos.

Nueva York se yergue a través de los andamios que el autor va colocando lentamente y se transforma en un ser vivo, en un bello, extraño y desconcertante animal mitológico: un perro alado cuyas pulgas luchan, en sus insignificantes vidas, por encontrar un lugar y un significado al enmarañado conglomerado de acero, asfalto y neón que los rodea y que se les cuela dentro.

A medida que los ladrillos de las historias de Manhattan Transfer van siendo colocados, el lector comienza a entrar en la dinámica de un universo de luces, arcos voltaicos, bramidos de vapores, sirenas en los muelles, rascacielos en construcción, copas de licor, jazz en cada esquina, humo y suciedad, vestidos y sombreros, edificios y almas en llamas, dinero que aparece y desaparece en un arbitrario truco de magia que la propia ciudad, viva, perpetra frente a nuestros asombrados ojos. Éxito y fracaso, suerte y desdicha, amor e indiferencia, matrimonio y divorcio, hombre y mujer. Dinero y bancarrota, ambición y resignación, juventud y vejez, destino y voluntad... should I stay or should I go. Una montaña rusa de picos verdes como un billete de dollar y valles oscuros como el humo impregnado en los muelles.

¿Construyen las personas a la ciudad o la ciudad las moldea a ellas?, ¿está hecha ella a nuestra imagen y semejanza, o es ella la que nos crea a partir de su propio barro? No podemos decir dónde acaba cada persona y dónde empieza Nueva York, el destino de la una está irremediablemente unido al de la otra.

Las historias de los personajes se desenrollan como un pergamino a lo largo del tiempo y las calles, y se nos permite ver cómo la suerte viene y se va en las diferentes etapas de sus vidas. Se nos muestra, como en un complicado tapiz, "the whole picture" (la fotografía completa). John Dos Passos nos enseña las bambalinas y los mecanismos de la propia vida. Podemos ver, saltando de página en página, al pequeño hombre insignificante que maneja al Todopoderoso Mago de Oz. Un auténtico ejercicio de maestría literaria, de genialidad y capacidad de verlo todo. Maravilloso.

Me gusta imaginar a Dos Passos en curiosa relación, a través del cine, con otra emblemática ciudad: Chicago. En este alucinante espectáculo de malabares que es Manhattan Transfer, imagino al escritor como a Richard Gere en la estupenda escena del tapdance de la película Chicago. Bailando, en un complicado equilibrio, con las imágenes y las miradas, con las historias y las palabras... con la ciudad.


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