domingo, 4 de marzo de 2012

Dos reflexiones tras ver, otra vez, Revolutionary Road

Escribir algo honesto, algo real, aunque sea infantil o simple, algo real. Algo tan real como lo caliente de mis lagrimas cuando me acuerdo de que debo morir. Algo tan real como el dolor que, quién sabe por qué, es lo más real de todo. Todas esas películas que nos hablan de reglas sociales que nos nos dejan ser quienes somos, de papeles y modos de vida que estamos abocados a repetir y a perpetuar... modos de vida que parecen ocultar lo que realmente somos, lo hermosos que somos... ¿y si no hubiera nada que ocultar?, ¿y si todo estuviera tan vacio como parece estar?, ¿y solo algunos vemos la belleza y el dolor de los adoquines y las ventanas?, ¿y si solo unos pocos, no los suficientes, estamos heridos o, al menos, lo sentimos con la fuerza necesaria?

¿Y si no somos especiales?

El lado real, el lado verdadero de la vida, quien lo ha sentido sabe cual es, se aleja de los demás, es hermosamente doloroso e íntimo, te conecta con dios, sea éste lo que sea. No se puede compartir, es imposile, y eso nos vuelve locos. Quizás a través del arte solamente, así nos conectamos, así se conectan nuestras almas, solo a través del arte. No debemos olvidar lo que significa estar conectado, eso es lo más importante.

Manhattan Transfer: El bazar babilónico

Manhattan Transfer
El bazar babilónico

Tengo la bonita o crispante costumbre de, literalmente, dejar los libros destrozados después de leerlos. Los doblo, los subrayo, huelen y están manchados de café, les doblo las esquinas... Los dejo llenos de rastro humano, de experiencia, de pasado. No me gustan los libros que tengo que coger con pinzas por miedo a estropearlos, me gustan aquellos con los que me puedo quedar dormida y darles un buen revolcón. Se nota si un libro me ha gustado cuanto más destrozado acaba. Manhattan Transfer (John Dos Passos, Debols!llo) ha quedado irreconocible.

Dos Passos junta sus manos como si fuera a beber y sostiene sobre sus palmas una de esas bolas de cristal, que se llenan de nieve cuando las agitas, en cuyo interior se alza Nueva York. Una Nueva York en construcción, igual que sus personajes.

A medida que pasan las hojas, se va creando un delicado encaje, manchado de hollín y whisky, en el que el tiempo, el espacio y los personajes se van entrelazando y dando lugar a una asombrosa visión poliédrica. Observamos el Nueva York de la época (la primera década del siglo XX) a través de un caleidoscopio de personas, años y calles que chocan y se diluyen los unos en los otros.

Dos Passos nos traslada, nos hace sentir Nueva York a través de sus bellísimas imágenes. Nos muestra la personalidad de una ciudad, de un modo de vida que todos odian, pero que todos ansían y no pueden dejar, como una droga, como alguien que sabes que no te conviene pero al que vuelves una y otra vez. Un lugar que te lo puede dar o quitar todo en cuestión de minutos.

Nueva York se yergue a través de los andamios que el autor va colocando lentamente y se transforma en un ser vivo, en un bello, extraño y desconcertante animal mitológico: un perro alado cuyas pulgas luchan, en sus insignificantes vidas, por encontrar un lugar y un significado al enmarañado conglomerado de acero, asfalto y neón que los rodea y que se les cuela dentro.

A medida que los ladrillos de las historias de Manhattan Transfer van siendo colocados, el lector comienza a entrar en la dinámica de un universo de luces, arcos voltaicos, bramidos de vapores, sirenas en los muelles, rascacielos en construcción, copas de licor, jazz en cada esquina, humo y suciedad, vestidos y sombreros, edificios y almas en llamas, dinero que aparece y desaparece en un arbitrario truco de magia que la propia ciudad, viva, perpetra frente a nuestros asombrados ojos. Éxito y fracaso, suerte y desdicha, amor e indiferencia, matrimonio y divorcio, hombre y mujer. Dinero y bancarrota, ambición y resignación, juventud y vejez, destino y voluntad... should I stay or should I go. Una montaña rusa de picos verdes como un billete de dollar y valles oscuros como el humo impregnado en los muelles.

¿Construyen las personas a la ciudad o la ciudad las moldea a ellas?, ¿está hecha ella a nuestra imagen y semejanza, o es ella la que nos crea a partir de su propio barro? No podemos decir dónde acaba cada persona y dónde empieza Nueva York, el destino de la una está irremediablemente unido al de la otra.

Las historias de los personajes se desenrollan como un pergamino a lo largo del tiempo y las calles, y se nos permite ver cómo la suerte viene y se va en las diferentes etapas de sus vidas. Se nos muestra, como en un complicado tapiz, "the whole picture" (la fotografía completa). John Dos Passos nos enseña las bambalinas y los mecanismos de la propia vida. Podemos ver, saltando de página en página, al pequeño hombre insignificante que maneja al Todopoderoso Mago de Oz. Un auténtico ejercicio de maestría literaria, de genialidad y capacidad de verlo todo. Maravilloso.

Me gusta imaginar a Dos Passos en curiosa relación, a través del cine, con otra emblemática ciudad: Chicago. En este alucinante espectáculo de malabares que es Manhattan Transfer, imagino al escritor como a Richard Gere en la estupenda escena del tapdance de la película Chicago. Bailando, en un complicado equilibrio, con las imágenes y las miradas, con las historias y las palabras... con la ciudad.


miércoles, 15 de junio de 2011

Droga para los muebles

Es fascinante descubrir cómo la música es, de hecho, una potente droga que, además de crear estados de conciencia alterados, es capaz de cambiar casi literalmente una habitación, una estancia, una casa.



Así como un lugar se vuelve cutre o macarra cuando suena Christina Aguilera o Rihanna, del mismo modo cuando a través de la tela de araña de los altavoces salen los aullidos de Howlin´Wolf, la habitación se pone seria. Los muebles chirrían para acomodarse, las partes de conglomerado parecen volverse roble y adquieren el poso de un buen vino. A las sillas les salen arrugas y se muestran vividas y llenas de experiencia. Una lija invisible envejece los muebles y la voz se cuela entre las grietas de la madera como un betún de Judea que oscurece y da solemnidad.



Entonces cambio el disco, y dejo que Otis haga los honores. La habitación se estremece, la luz se vuelve más cálida y las alfombras retozonas. Las paredes se ruborizan y toda la estancia comienzan a contonearse, se vuelve coqueta y se deja seducir, cómo no. El parqué se humedece y las persianas practican una caída de ojos que solo puede significar una cosa.



Cuando más tarde decido que New Orleans Rhythm Kings o Original Dixieland Jazz Band vuelvan a la vida a través de mi tocadiscos, todo ese rubor se vuelve festivo, pierde la intimidad y se transforma en algo jovial y descarado. La habitación se desabrocha un par de botones del vestido, se vuelve sudorosa, se viste con colores chillones, se pinta los labios y se pone una flor en el pelo...


... esta habitación ha tenido un buen viaje.

Patio

El patio es blanco e inerte. Es un patio de luces que yo observo desde el último piso, un sexto. El edificio es de 1912 y las ventanas que abotonan las paredes tienen un aire clásico. Cada una con un pequeño alfeizar en el que nadie ha puesto flores ni nigún otro tipo de adorno. Es de un blanco nuclear, recién pintado, y los tejadillos que lo recortan en la parte superior -formando un cuadrado irregular- dejan ver una porción de cielo azul y despejado que contrasta con la sombría frescura del patio. Hay patios de luces que están vivos, siempre llenos de ruido, patios parlanchines, patios que gritan sonidos de platos y vasos chocando, de huevos fritos y agua corriente. Este no. Este está callado y lúcido. Ni siquiera llega el rumor omnipresente del tráfico.

Imagino todas esas grandes casas mudas que lo rodean en un asedio permanente, como incansables centinelas. Una soledad física, una soledad que se puede cortar en tajadas, una soledad de muchos metros cuadrados. Como cuando de niños se nos olvida algo importante en el colegio y debemos volver a buscarlo, y encontramos los pasillos y aulas totalmente estáticas, quietas, congeladas, y pasamos por ellas sin hacer ruido para no despertarlas. Son esos momentos en los que las habitaciones y los objetos, cuando nadie los mira, se quedan suspendidos en el espacio, como si al tirar el arroz en una boda se pudiera detener el tiempo dejado los granos colgados en el aire.

Es algo realmente extraordinario este patio. Si lo pienso puede que sea una de las cosas más hermosas que he visto en toda mi vida. Pienso que si yo no estuviera aquí quizás no existiría, pienso que, como Roy en Blade Runner, este patio se perderá como lágrimas en la lluvia.

Hay una especie de banqueta vieja de patas oxidadas en una esquina de esta habitación. La acerco a la ventana, me siento y saco mi ordenador: Inicio, Mi música... y aparecen infinitas carpetas repletas de la misma emoción, de la misma inquietud. Comienzo a abrirlas una por una en busca de una canción, de un tema, de una pieza digna de este patio. Voy filtrando estilos hasta quedarme con el blues y el jazz. De entre ellos no tardo en encontrar un tema que nunca me falla, Cristo Redentor de Donald Byrd. Coloco el ordenador en el alféizar, el cursor sobre el play y pulso el botón. Las voces de las negras que cantan comienzan a descender desde la ventana por el patio como la bruma de las montañas japonesas.

El hueco del patio comienza a llenarse como si se hubiera producido una fuga en su casco. El gigante vacío comienza a zozobrar y se hunde en la calurosa densidad de la trompeta, se mueve, se vuelve lento. La quietud que antes lo dominaba se va transformando en un movimiento que sólo se podría comparar al de un océano que se despereza. Las ventanas se asientan de nuevo en las fachadas y todo significa otra cosa ahora, algo más.

Una tras otra las notas de rocío van mojando las paredes, las cañerías, las baldosas del suelo. Doy crédito a lo que mis ojos no pueden ver: ese patio ha comenzado a respirar. Es como ver a un gran oso salir de su letargo. Su lomo se mueve hacia arriba y hacia abajo con un ritmo pesado y profundo. Por un momento pierdo la noción de la tozuda realidad y siento algo parecido al miedo, como si estuviera presenciando cómo un vaso se mueve solo, o a alguien levitando ante mis propios ojos. Algo extraño se cuela por la puerta de atrás, pero pronto se diluye en el blanco de las paredes.

La canción, que se arrastra por los salientes grumosos de los muros, y por las grietas, y por las tuberías, está a punto de expirar. Cuando la última nota suena, un pequeño eco queda suspendido como las motas de polvo que se ven al ser atravesadas por un rayo de luz. Y vuelve el silencio (…). Ha sido espectacular.


Cata de voces



Descorcho una botella de vino e intento captar los matices de color, aroma y sabor. Aquellas características que le dan personalidad y memoria. Lo pongo al trasluz, aspiro y saboreo, dejo que se abra en mi boca y juegue con el paladar. Como el vino, las canciones pueden ser catadas, sólo hay que dejar que se deslicen por el pabellón auditivo y jueguen con el martillo y el yunque. Estas voces se cuelan y se enredan en mis nueronas, creando estados de conciencia alterados, como una droga, como el vino.




Una voz por sí sola. No sé sabe, en un principio, si es de hombre o de mujer, de quién o de qué es. Un lamento irreal, paranormal, sacado de las entrañas de un tiempo que parece remoto, de una oscura soledad perdida. Un quejido de autocomprensión, de consciencia, de calor cansado, desacompasado y desafinado. Estremecido, hace que quieras arrastrarte con las serpientes. Algo oscuro crece y se agarra, desde abajo, al estómago con uñas de animal. Algo diabólico, algo que se retuerce con sumo placer.




Esta voz no sale de un hombre, sale de una cueva. Es como la piedra, es como el metal, es como la tierra o la arena, es una trampa para osos con raices. Es una mano áspera que acaricia una piel de virgen. Por momentos toma forma de un hombre que nota en su propia carne algo que palpita. Algo seco y húmedo a la vez, algo que vibra y nos envuelve.





Voz usada de humo. Como una prostituta triste y hermosa, como una prostituta que folla por amor. Una picadura de abeja, aguda y ancha. Certera pique dónde pique. Un juego de cristales ahumados a través de los que se ve claramente. ¿A caso no trepa como algo salvaje y domesticado por la tráquea y la laringe?
Una magnolia dentada, bella y homicida. Una tristeza resignada y sabia.

Elefantes del Mississippi

Como cuando se escucha la música de una fiesta desde lejos, algo que esta ahí, algo que está sucediendo en otro tiempo, en otro lugar. Así siento las voces de los pioneros: Mamie Smith, Skip James, John Lee Hooker, Howlin'Wolf, Otis Spann... Una música de nombres olvidados que son el sustrato fundamental de nuestra cultura musical actual.

Como los elefantes que llevan el globo terráqueo sobre sus lomos. Una música que habla de un mundo que ha desaparecido, un mundo que aún podíamos controlar, un mundo que se mantenía en equilibrio entre dos eras. En cada nota habitan fantasmas, dioses y monstruos.

Parecido a una explosión de fuegos artificiales, que se van creando los unos a los otros incesablemente, es el nacimiento de la música moderna: la música que vino de África, y evolucionó entre heridas de algodón un océano más allá.

Es curioso y fascinante como de algo hermoso pueden surgir horribles engendros y, al contrario, de algo aberrante pueden crecer flores puras y raíces sanas. Así desde la lejana e interminable sucesión de acontecimientos que van desde una España conquistada por los árabes, a una América conquistada por los españoles, de las idas y venidas de los pueblos europeos, o las cadenas de los pueblos africanos. De todas estas mezclas, de todas estas alianzas, de todo este compartir (por la fuerza o libremente), la música hizo de su capa un sayo. Los músicos de todas estas épocas fueron creando, uniendo, transformando los ritmos propios con los ajenos. Todo para que en siglo XX, a orillas del Mississippi, todas estas influencias, que iban agarrándose a las paredes del tiempo, se confabulasen en unas guitarras, en unos pianos y en unas voces que cantaban a la libertad, a dios y al diablo.

Es un viaje alucinante ir desde la "prehistoria" de esta música que llena nuestras casas, desde esas voces oscuras, extrañas y terráqueas hasta el pop más actual. Pero aquellas voces... voces con garras y heridas. Aquellas voces que respiran como un animal, que nos hablan, obscenamente, desde tarimas de maderos húmedos y rojos de sudor.

Ver cómo esos ritmos nacidos de las turbias aguas de un río sibilino se van volviendo sofisticadas, cómo los ritmos, los temas, los intérpretes se van dulcificando. Cómo la llegada de los vinilos, los estudios, el mercado de la música, las fórmulas del éxito, etc ha ido cambiando estas voces, causa un sentimiento ambiguo y contradictorio. Por un lado han dado lugar a nombres como Chuck, Jerry, Muddy... y después Otis, Sam, Aretha... voces indiscutibles, canciones imprescindibles, pasión, fuerza, emoción... pero lo salvaje... se ha ido perdiendo por el camino. Eso salvaje que esconde Billie. La música, como los perros, se puede domesticar y eso es lo que ha sucedido.

Lo salvaje, lo primitivo, ese oso que duerme dentro y despierta en ocasiones. Eso irracional que se deja deslizar por las cuerdas de la guitarra, por las cuerdas vocales y las del piano, no ha vuelto a ser tan puro como en aquellas voces azules.

Con la llegada del pop, de la posmodernidad (sea lo que sea), los medios de comunicación y su influencia, se antoja imposible poder alcanzar esas cumbres de libertad, paradojas de la vida. Ese olor a origen, a nacimiento, a recién parido. Algo puro, aterrador y luminoso. Y si lo pensamos bien, ¿qué puede haber más turbador, inquietante y oscuro que una concepción?, ¿hay algo más salvaje e incontrolable que algo que crece por si mismo y vive?, ¿hay algo más libre?

Así, estas canciones son pura biología, han nacido entre llantos y sangre. Esas voces son carnales, tienen vientre, pelo y venas.

Derecho de gentes, John Rawls

Introducción:

“¿Qué clase de hombre es aquel que no intenta mejorar el mundo que le rodea?”





Ante el libro de John Rawls El derecho de gentes he pasado de algún modo por las fases establecidas ante un suceso traumático: negación, ira, depresión, aceptación ...
Cuando comencé a leerlo me sentí empequeñecida por un lenguaje abstracto ante el que me sentía insegura. Para ser intelectualmente honesta he de decir que en un principio no creía estar al nivel del libro. A medida que iba leyendo iba confirmando que para entender plenamente lo que Rawls presentaba en aquellas páginas se hacía necesario un bagaje filosófico y político del cual yo carecía (de ahí la ira). Muchas veces la lectura se hacía difícil entre otras cosas porque prescinde casi por completo de ejemplificaciones y la obra tiene un carácter fuertemente sistemático. A fuerza de perseverar en la lectura, poco a poco, las cosas iban pareciendo más claras, el texto se explicaba a sí mismo y realmente el derrotismo inicial se debía a la impaciencia: se me acumulaban en la cabeza cuestiones y desacuerdos que más tarde Rawls iba contestando o argumentando.
Rawls aborda múltiples cuestiones sin perder de vista los núcleos que les dan unidad, centrando
de este modo la discusión no en la casuística sino en los principios de los que la resolución de los casos particulares depende.
Una vez superado este primer contacto con el libro y entendiendo ya plenamente lo que éste intentaba contarme surgieron el escepticismo y el cinismo. El optimismo de Rawls se me antojaba ingenuo y utópico, no entendía qué quería decir con utopía realista, aunque ahora pienso que más bien no quería entender, realmente el cinismo es una postura muy cómoda. Nunca me he considerado una cínica, escéptica sí, pero no cínica, aun así el cinismo tiene la dudosa virtud de parecer más realista que la esperanza. Si algo ha conseguido Rawls a lo largo del libro es convencerme de que esta idea además de falsa es cobarde.
Finalmente, más allá de las críticas que he leído sobre El derecho de gentes, este libro ha supuesto para mi un reto y un consuelo, me ha parecido un trabajo intelectual honesto y comprometido, brillante y necesario. Lo único que lamento es que este tipo de escritos no se tengan más en cuenta en el mundo real.
El Derecho de gentes:

“Si no es posible una razonablemente justa sociedad
de los pueblos cuyos miembros subordinen su poder
a fines razonables, y si los seres humanos son en gran
medida amorales, si no incurablemente egoístas y
cínicos, podríamos preguntar con Kant si merece la
pena que los seres humanos vivamos sobre la tierra”
John Rawls.




Creo necesario exponer los rasgos fundamentales sobre los que se apoya el Derecho de Gentes propiamente dicho antes de centrarme en las relaciones que establece tanto con los Derecho Humanos como con la Cooperación Internacional.
La defensa de los dos principios de Rawls revive la idea del contrato social de Hobbes, Locke, Rousseau y Kant. La tradición del contrato social propone que la forma más razonable de organizar una sociedad sea aquella en que estuvieran de acuerdo por unanimidad sus propios integrantes.
Un aspecto fundamental es la segunda posición original, “se trata de un modelo de representación puesto que presenta lo que consideraríamos como condiciones justas bajo las cuales las partes, en esta ocasión representantes racionales de pueblos liberales guiados por las razones correctas, establecen el Derecho de Gentes”. Rawls nos pide imaginarnos en una situación hipotética en la que hay que escoger los principios de justicia que se utilizarán en nuestra propia sociedad a través del velo de ignorancia. Concibe esta situación inicial para reflejar la idea ética de que somos personas morales libres e iguales, capaces de cooperar equitativamente, de elegir nuestros objetivos y tratar de alcanzarlos. De modo que las características que nos distinguen no son pertinentes para decidir a lo que tenemos derecho por razón de justicia. Hay que imaginar que nuestra selección de principios de justicia se da tras ese velo de ignorancia, en el que no conocemos nuestro origen social, nuestras aptitudes naturales, nuestro sexo, raza, religión ni principios morales. No sabemos si ha habido circunstancias naturales y sociales fortuitas que hayan intervenido a nuestro favor. Al pensar tras ese velo de ignorancia, dejamos de lado lo que nos distingue y sólo nos concentramos en lo que tenemos en común como personas morales libres e iguales.
Para entenderlo, hay que imaginar la necesidad de escoger principios para la sociedad de la que uno forma parte en condiciones de extrema ignorancia. No se sabe qué persona será uno, pero habrá que vivir con los principios que se escojan. Así que se querrá garantizar que la sociedad sea aceptable para todos.
"En la justicia como equidad los hombres aceptan compartir su suerte. Las instituciones se crean para aprovechar los accidentes de la naturaleza y la circunstancia social sólo cuando sea en beneficio de todos."
Como ya he dicho en la introducción El derecho de gentes suscitó muchas críticas. Algunos de los críticos de Rawls afirmaron que la justicia internacional debería exigirles a las sociedades algo más que lograr un mínimo aceptable de decencia. Concluyeron que El derecho de gentes es una decepcionante concesión al relativismo cultural. Pero Rawls no estuvo de acuerdo. La tolerancia es un valor político fundamental: gracias a ella, los principios básicos de la cooperación internacional se vuelven aceptables para los distintos pueblos, que tienen "instituciones e idiomas, religiones y culturas distintivas, así como una historia propia y diferente", y no todos están de acuerdo con una visión liberal de la vida política. Al reconocer una gama de diferencias razonables no se está haciendo concesión alguna, sino acatando nuestras convicciones éticas más profundas.
“Los Aristófanes de este mundo —sin mencionar a los Maquiavelos— inevitablemente criticarán la filosofía por estar en las nubes o taparse los ojos. John Rawls lo sabía, y en uno de sus últimos ensayos reconoció que su obra les podría parecer "abstracta y simplona" a algunos lectores. Pero concluyó: "No me disculpo por ello."”
Rawls es “liberal”, en el sentido que se da usualmente a dicho término en los Estados Unidos: una postura política que subraya la defensa de los “derechos civiles” y solicita una participación activa del gobierno en cuestiones económicas, reconociéndole un papel importante en la regulación del mercado y la redistribución de la renta, a fin de crear las condiciones que garanticen una mayor justicia social. Frente a la concepción del realismo político, pragmatista y receloso; la tradición liberal posee una visión más bien optimista de la realidad internacional y confía en que es posible conducir las relaciones internacionales de manera pacifica en un entorno de cooperación y de mayor integración económica y social entre los diversos actores internacionales.
El liberalismo puede concebirse en dos formas según Rawls: como teoría general de la vida o como pensamiento político. Una filosofía liberal de la vida hace énfasis en la importancia de la opción personal autónoma como guía para la conducta del individuo. El liberalismo moral, como el profesado por Immanuel Kant y John Stuart Mill, sostiene que no vale la pena vivir sin opciones morales, y le resta importancia a la tradición, la autoridad y los textos religiosos en las opciones de vida, opción con la cual, por otra parte, estoy totalmente de acuerdo, el espíritu de la Ilustración. El liberalismo como perspectiva política no hace afirmaciones tan rotundas sobre la base de las decisiones personales. Más bien se compromete (entre otras cosas) con la garantía de las libertades individuales y políticas básicas, a través de un proceso democrático y un sistema de derechos individuales con unas fuertes instituciones que lo apoyen. Pero ese sistema político puede ser adoptado por ciudadanos con posiciones muy diversas respecto a la importancia de la opción, la tradición, la autoridad y los textos como guía para la conducta personal de ahí la importancia del velo de ignorancia que va más allá de todas esas circunstancias contingentes.
Sin entender el liberalismo que Rawls defiende no se puede pretender entender el Derecho de Gentes en su plenitud ya que entre otras cosas uno de los tipos de sociedad que puede formar parte de la sociedad de pueblos se apoya en estos principios y aunque Rawls no pretende que toda sociedad llegue a ser liberal deduzco de la lectura que si considera algunos de los principios de ésta si que son fundamentales en cualquier sociedad digna de pertenecer a la sociedad de pueblos, como por ejemplo unos bienes y derechos mínimos que permitan a los individuos una vida digna o la fortaleza de las instituciones.

Por su parte El derecho de gentes va más allá de la idea de justicia dentro de una sociedad formada por individuos y grupos aunque se basa en muchos de los principios que Rawls empleó para su teoría de la justicia. Si se quieren superar los planteamientos individualistas y unilaterales, si se quiere traspasar la idea de justicia y decencia no sólo a una sociedad determinada sino a una Sociedad de Pueblos en convivencia como en nuestra realidad de hecho ocurre y tener en cuenta a las generaciones futuras, la salud y la educación pública, también habrá que superar la referencia a las fronteras nacionales, o a una determinada tradición o cultura particular. El derecho de gentes se centra a partir de la posición original en la convivencia entre los pueblos.






La cuestión que Rawls nos plantea en El derecho de gentes es ¿cómo construir una sociedad de sociedades?, ¿cuales pueden ser las bases de una futura Sociedad de los Pueblos? El Derecho de Gentes considera que es posible construir un nuevo orden internacional, razonablemente justo regido por el Derecho de Gentes, el cual surge de una concepción política liberal por analogía con las sociedades domesticas liberales.
“Por derecho de gentes entiendo una concepción política particular de la equidad y la justicia que se aplica a los principios y a las normas del derecho internacional y su práctica”.
Es decir, en este libro Rawls afronta con esperanza una de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo, una cuestión inherente al ser humano, la que se ocupa de la convivencia entre los hombres de distintos credos, razas y culturas, e intenta dar una solución para la misma. Más que una solución, un sistema, un modelo de convivencia basado en posibilidades y en realidades ya existentes.

Rawls nos presenta la Sociedad de Pueblos como una “utopía realista”:
“...el pluralismo razonable limita lo que es prácticamente posible aquí y ahora... El problema consiste en que los límites de lo posible no vienen dados por lo real porque, en mayor o menor grado, podemos cambiar las instituciones políticas y sociales, y muchas otras cosas. De ahí que tengamos que apoyarnos en conjeturas y especulaciones, y esforzarnos en sostener que el mundo social que soñamos es factible y puede existir realmente, si no ahora, entonces en un futuro más feliz”.
A mi juicio, sobre esta afirmación se apoya toda la teoría posterior que explica el Derecho de Gentes y del mismo modo, el sentimiento que se desprende de ella es una de las bases naturales de los Derechos Humanos y en el pacto social. Sin la esperanza en la posibilidad de que el ser humano puede cambiar su propia realidad, como de hecho lo hace, los Derechos Humanos, el concepto de pacto social o incluso de la democracia serían una mera utopía con la que fantasear, sin embargo son un objetivo a alcanzar.
Rawls sostiene que un Derecho de Gentes razonablemente justo es utópico en cuanto emplea ideales , principios y conceptos políticos y morales. Y es realista en cuanto estos principios y conceptos políticos resultan funcionales y se pueden aplicar a los arreglos políticos concretos y a las relaciones de cooperación que existen entre los pueblos entrando dentro de lo posible. El derecho de gentes, en definitiva, extiende la idea del contrato social a la sociedad de los pueblos y establece los principios generales que pueden y deben ser aceptados por sociedades tanto liberales como no liberales, los pueblos jerárquicos decentes, como norma general para sus interrelaciones. En concreto, el texto traza una distinción crucial entre los Derechos Humanos básicos y los derechos de los ciudadanos de una democracia liberal constitucional.
También explora los términos según los cuales una sociedad de este tipo puede combatir a otra que no se atenga a esos principios y debate los fundamentos morales que deberían regir la prestación de ayuda a determinadas sociedades no liberales sometidas a condiciones políticas y económicas claramente desfavorables.






El Derecho de Gentes surge del consenso público al que llegan los representantes de los pueblos en el ejercicio pleno de su libertad e igualdad y sobre la base de una concepción política liberal de la justicia, en una segunda posición original, donde cada uno depone sus
intereses particulares o sus convicciones doctrinarias comprensivas y deliberan sobre
sus relaciones mutuas como pueblos.

“...si los pueblos miembros emplean la razón pública en sus relaciones se impone la tolerancia”.

Rawls sostiene que la futura Sociedad de los Pueblos deberá sustentarse en los siguientes
principios fundamentales :

· Los pueblos son libres e independientes, y su libertad y su independencia deben ser respetadas por otros pueblos ( aunque, paradójicamente, acepta que los miembros de las sociedades decentes no sean considerados individuos libres e iguales).
· Los pueblos deben cumplir los tratados y convenios.
· Los pueblos son iguales y deben ser partes en los acuerdos que los vinculan
· Los pueblos tienen un deber de no intervención.
· Los pueblos tienen el derecho de autodefensa pero no el derecho de declarar la guerra por razones distintas a la autodefensa.
· Los pueblos deben respetar los Derechos Humanos.
· Los pueblos deben observar ciertas limitaciones específicas en la conducción de la guerra.
· Los pueblos tienen el deber de asistir a otros pueblos que viven bajo condiciones desfavorables que les impiden tener un régimen político y social justo o decente.

Sobre el principio Los pueblos deben respetar los derechos humanos, Rawls dedica un capítulo al respecto. Podemos considerar a los Derechos Humanos anteriores al Derecho de Gentes y básicos para la existencia de éste, teniendo en cuenta que las sociedades que formarían parte de la Sociedad de los Pueblos deben respetarlos para poder formar parte de dicha sociedad. La justicia, la igualdad, la decencia son atributos fundamentales implícitos en la Declaración de los Derecho Humanos. Por su parte Rawls nos explica que los Derechos Humanos establecen un paradigma necesario pero no suficiente de decencia en las instituciones políticas y sociedades del ámbito doméstico.
En el capítulo Rawls nos explica que los Derechos Humanos constituyen una clase especial de derechos urgentes y la violación de estos derechos es condenada por los pueblos los pueblos liberales razonables y por los pueblos jerárquicos decentes. Los Derechos Humanos restringen las justificaciones para librar la guerra y regulan su conducción además de establecer límites a la autonomía interna del régimen. De hecho la guerra ya no es aceptable como medio de política gubernamental y se justifica sólo en casos de autodefensa o intervención en graves crisis de Derechos Humanos.





Los Derechos Humanos tienen en el Derecho de Gentes unas determinadas funciones:

· Su cumplimiento es condición necesaria de la decencia de las instituciones políticas y del orden jurídico de una sociedad.
· Su cumplimiento es suficiente para excluir la intervención justificada de otros pueblos a través de sanciones diplomáticas y económicas o manu militare.
· Fijan un límite al pluralismo entre los pueblos.

Los derechos humanos en el Derecho de Gentes se consideran universales ya que son intrínsecos al mismo y tienen un efecto político y moral aunque no se cumplan en todo lugar. Un Estado Criminal que viola estos derechos ha de ser condenado y en casos graves puede ser sancionado y puede motivar la intervención.
Para Rawls los Derechos Humanos constituyen sólo una cierta porción de los derechos de los ciudadanos. La segunda posición original, de la que ya hablamos anteriormente, implica que las partes integrantes de una sociedad adoptarían un primer principio según el cual todas las personas tienen derechos fundamentales iguales. La adopción de dicho principio se basa en la capacidad de un sentimiento de justicia y a la capacidad de una concepción del bien por parte de los integrantes de dicha sociedad. Es una visión realmente esperanzadora y positiva tanto del ser humano como de la sociedad, no se trata de una fantasía o una visión ingenua ya que sin estos dos factores sería inalcanzable una convivencia como la que se da en ciertas partes del mundo (lo cual refleja la posibilidad real de que se lleve a cabo en otras en las que no ocurre), aunque creo necesario hacer notar que estas características que damos por sentadas en las sociedades liberales podrían encontrarse amenazadas por un individualismo creciente, irresponsable y falto de compromiso, por la desinformación y la desconexión de la población con la clase política entre otras cosas.
A mi entender la atención que Rawls da a los Derechos Humanos específicamente es más bien escasa, un par de pinceladas limitadas, al menos en el capítulo que de ellos se ocupan. Por otra parte en el capítulo 15, Sociedades menos favorecidas, aunque no trata de ellos específicamente están presentes a lo largo de todo el texto, su defensa y su promoción. Además este capítulo en particular esta íntimamente relacionado con la disciplina de la Cooperación Internacional y es especialmente esclarecedor teniendo en cuenta que entiende la cooperación de una manera más profunda y acertada en su teoría que la cooperación real en la práctica. Es muy interesante ver como Rawls detalla los objetivos de la ayuda a otros pueblos y se centra en aspectos realmente importantes que, en muchos casos, son obviados en la cooperación práctica que se lleva a cabo actualmente.
Rawls nos dice que uno de los objetivos a largo plazo de las sociedades relativamente bien ordenadas es, en cierto modo, procurar que los Estados proscritos se incorporen a la sociedad de los pueblos bien ordenados. Los fallos en los Estados proscritos suelen estar en las instituciones jurídicas y las tradiciones políticas , en la estructura de clases, en la influencia práctica de sus creencias religiosas y morales, y en sus cultura.

“Los pueblos bien ordenados tienen el deber de ayudar a las sociedades menos favorecidas”.



Esto implica que las sociedades ordenadas tienen el deber de intentar llevar a pueblos menos favorecidos unos niveles mínimos de bienestar y una serie de derechos fundamentales a partir de los cuales los individuos de estos pueblos menos favorecidos puedan optar a una sociedad más justa y decente.
Acto seguido Rawls nos explica algo que parece olvidado en muchas ocasiones en la Cooperación Internacional, parece algo obvio y necesario pero me da la impresión de que en la realidad de la cooperación no se entiende del mismo modo. En clase mencionamos este tema con un ejemplo, me refiero a “¿por qué estamos mandando sacos de arroz a lugares en los que lo más importante es la seguridad, el cese de la violencia, la igualdad de género, la posibilidad de un juicio justo o decir lo que uno opina?”.
La necesidad de una cooperación coherente, justificada y pertinente. Una cooperación apropiada y oportuna que no siempre ha de basarse en ayudas materiales o cuantificables, sino en trabajar por políticas más justas, la enseñanza y el respeto por los Derechos Humanos o el fortalecimiento de las instituciones.

“No existe receta fácil para cambiar la cultura política de una sociedad menos favorecida. La irrigación de fondos, por sí sola, parece indeseable y el uso de a fuerza está proscrito por el derecho de gentes. Pero ciertos consejos pueden ser útiles, y las sociedades menos favorecidas harían bien en prestar más atención a los intereses fundamentales...”

Después de leer en internet las páginas web de muchas de las ong más importantes una se queda con la impresión de que se ocupan de lo más aparente: “queremos acabar con el hambre, con la enfermedad, ayudar a los niños”, no quiero con esto mofarme de estas organizaciones pero parecen a primera vista objetivos algo vacuos o generales, incluso infantiles. Desde mi punto de vista intentar solucionar estos importantes problemas directamente es empezar la casa por el tejado (aunque también haya que ocuparse de ellos por supuesto) ya que son consecuencias de problemas más profundos de los que muchas veces se hace caso omiso, supongo que por intereses o por presiones que nada tienen que ver con los conceptos de cooperación y ayuda.

“Los niveles de riqueza y bienestar entre sociedades pueden variar y presumiblemente lo hacen; pero ajustar dichos niveles no constituye el objeto del deber de asistencia. Sólo las sociedades desfavorecidas necesitan ayuda. Más, aun, no todas ellas son pobres, del mismo modo que no todas las sociedades ordenadas son ricas. Una sociedad con pocos recursos naturales y económicos puede ser bien ordenada si sus instituciones políticas, sistema jurídico, régimen de propiedad y estructura de clases, con su cultura y sus creencias religiosas y morales, pueden sustentar una sociedad liberal o decente”.

A continuación transcribo un fragmento muy ilustrativo de lo que he querido decir y que, por otra parte, explica la situación mucho mejor que yo.

“Conviene advertir que la sola asignación de recursos no es suficiente para rectificar injusticias sociales y políticas básicas, aunque el dinero es, con frecuencia, esencial. Pero hacer hincapié en los derecho humanos puede contribuir a modificar tanto la inefectividad de los regímenes como la conducta irresponsable de los gobernantes con respecto al bienestar de su propio pueblo.
Esta insistencia en los derechos humanos encuentra confirmación en el trabajo de Amartya Sen sobre las hambrunas. En su estudio empírico de cuatro casos históricos muy conocidos (Bengala, 1943; Etiopía, 1972-1974; Sahel, 1972-1973; y Bangladesh, 1974), encontró que la disminución de alimentos no es por fuerza la principal causa de la hambruna y a veces ni siquiera una causa menor. En los casos estudiados, la caída en la producción de alimentos no fue suficiente para provocar la hambruna si hubiere habido un gobierno decente preocupado por el bienestar de su pueblo como un sistema razonable de beneficios sociales a través de instituciones públicas. El problema principal fue el fallo del gobierno al distribuir los alimentos disponibles. Sen concluye que las hambrunas son desastres económicos y no sólo crisis alimentarias . En otras palabras, obedecen a fallos en la estructura política y social y a incapacidad de establecer políticas para remediar los defectos en la producción de alimentos. Un gobierno que deja morir de hambre a su pueblo cuando puede evitarlo refleja despreocupación por los derechos humanos, lo que no ocurre en un régimen bien ordenado”.

De esta forma Rawls apoya mediante hechos su postura frente a la importancia de los derechos humanos y al modo de ayudar a sociedades menos favorecidas. Afirma que el énfasis en los derechos humanos permite prevenir hambrunas y hace presión para lograr una mayor efectividad del gobierno. Además nos hace una pequeña advertencia de gran importancia respecto a las sociedades de las democracias occidentales y es que en ellas también habría hambre sin un buen sistema de protección para los desempleados. Este pequeño apunte nos habla de las diferencias que unas buenas políticas pueden suponer, entre otras cosas ser una sociedad ordenada, justa y decente o un Estado proscrito o criminal. Con él también deja entrever una crítica a las propias sociedades liberales haciendo notar la importancia de su apoyo y fortalecimiento para que no se alejen del objetivo primero: el bienestar de sus miembros.

Rawls presenta una serie de principios de la asistencia basándose en la lógica y apoyándose en profundas bases políticas y filosóficas que llevadas a la práctica podrían suponer una ayuda eficaz y justa.
La tolerancia desempeña una función central. Rawls sostiene que una sociedad democrática liberal no debería exigir que todas las sociedades sean democracias liberales, mucho menos que satisfagan plenamente los principios de justicia ni concepto liberal alguno de los que él propone. "Si se exigiera que todas las sociedades fueran liberales, entonces la idea del liberalismo político no expresaría la debida tolerancia con otras formas aceptables (en caso de que existan, según supongo) de organización de la sociedad". El derecho de gentes debería reconocer como miembros en igualdad de condiciones a todos los pueblos "decentes", los que no son agresivos en sus relaciones con otros, que respetan los Derechos Humanos y promueven el bien común de todos sus integrantes. Pero estos pueblos no necesitan establecer sistemas políticos democráticos liberales. Además de insistir en que todas las sociedades protejan los Derechos Humanos fundamentales, el Derecho de Gentes les impone a los pueblos el deber de garantizar que las sociedades "abrumadas" por las circunstancias (por ejemplo, la pobreza extrema) puedan llegar a ser justas o por lo menos decentes.

“Cumplir el deber de asistencia es reconocer que la cultura política de una sociedad desfavorecida es muy importante; y que al mismo tiempo no existe una receta simple para que los pueblos bien ordenados ayuden a una sociedad menos favorecida a cambiar su cultura política y social. Creo que las causas y las formas de la riqueza de un pueblo radican en su cultura política y en las tradiciones religiosas, filosóficas y morales que sustentan la estructura básica de sus instituciones políticas y sociales, así como en la laboriosidad y el talento cooperativo de sus gentes, fundados todos en sus virtudes políticas. Me aventuro a suponer que no existe sociedad alguna en el mundo, salvo casos marginales, por escasos que sean sus recursos, que no se pueda organizar y gobernar razonable y racionalmente, y convertirse en una sociedad bien ordenada”.

Para Rawls las causas de la riqueza de un pueblo son casi las mismas que pueden suponer sus peores errores, dependiendo de cómo sean canalizadas. Podemos ver en este párrafo alguno de los motivos por los que la crítica le tachó de defensor del multiculturalismo. Personalmente la multiculturalista es una postura que no comparto y no creo que Rawls la apoye. El multiculturalismo implica aceptar todo de otra cultura por el hecho de serlo y no implica limitaciones hacia actitudes que entrañan un dudoso respeto a derechos fundamentales, no así el Derecho de Gentes, el cual establece unos mínimos para que una sociedad sea respetada, entre otras cosas. Como ejemplo la siguiente afirmación de Rawls es, a mi entender, claramente no multiculturalista: “Una religión no puede alegar como justificación que su intolerancia de otras religiones es necesaria para su propia supervivencia”. Según una de las tendencias multiculturalista sí podrían hacerse este tipo de afirmaciones. Más tarde el autor nos dice: “Si se hace a un lado la ardua cuestión de si algunas formas de cultura y de vida son buenas en sí mismas, como creo que lo son, no hay duda de que constituye un bien para individuos y asociaciones vincularse a su cultura particular y participar en la vida pública común. De esta suerte, pertenecer a una sociedad política concreta y sentirse en casa en su mundo cívico y social implica ganar en expresión en realización, lo cual no es poca cosa. Eso habla a favor de preservar un espacio significativo para la idea de la autodeterminación de los pueblos y para alguna forma de confederación o sociedad de pueblos, siempre que las divisiones hostiles entre las diferentes culturas las pueda reducir, como parece posible, una sociedad de los regímenes bien ordenados.”
Supongo que podría ser confundido por algunos con un discurso multiculturalista, personalmente no lo veo así, aparentemente parece una lógica de convivencia legítima y alejada de extremos reduccionistas.

Sin duda el capítulo 15 es de gran interés porque, además de poner sobre la mesa conceptos y cuestiones fundamentales, es uno de los pocos capítulos en los que el autor nos ofrece ejemplos concretos. Además de los planteados tomando a Sen como referencia, nos habla también de la situación de las mujeres en China. Es particularmente interesante ver en hechos reales la teoría de Rawls, se transforman así en poderosos argumentos a su favor y frente a las críticas que lo tachaban de ingenuo o soñador. Este tipo de críticas son más legítimas a mi modo de ver que las que lo tachan de defensor del multiculturalismo, ya que con afirmaciones como “buscamos un mundo en el cual habrán desaparecido los odios étnicos que generan las guerras nacionalistas” es comprensible que algunos, entre los que me encontraba en un principio, piensen en términos como candidez o simpleza. Una vez leído el libro no puedo estar de acuerdo, claro que es optimista y positivo, lo cual a veces parece constituir un pecado entre algunos intelectuales o académicos, mas no es ingenuo. Tomaré esa misma cita para ejemplificar mi postura. En primer lugar nos habla de la búsqueda de un mundo, es decir, de una realidad, no creo que utilice el término mundo en el sentido planetario del término lo cual implicaría buscar que en todas las realidades del planeta desaparecieran esos odios. Rawls nos habla de que esa búsqueda es posible en una realidad concreta, la de las sociedades ordenadas, las cuales poseen unas características especiales que pueden hacer posible ese objetivo (ya conseguido de hecho, en algunos casos a lo largo de la Historia). Por otra parte no obvia en ningún momento la existencia de los Estados criminales o de Sociedades menos favorecidas, si así lo hiciese si podríamos hablar de ingenuidad y sueños irreales.
La verdad es que el libro daría pie a innumerables debates y cuestiones (lo cual por si solo lo califica como un buen libro) y la sensación que tengo tras intentar contar que es lo que el autor quiere exponernos es que se me han quedado muchas cosas en el tintero, muchas ideas, muchas críticas, puntualizaciones y preguntas, pero por supuesto esto supondría mucho más trabajo, espacio y tiempo.

Para finalizar no encuentro mejor modo que las propias palabras de Rawls aludiendo a la cooperación entre los pueblos:

“... El trabajo del estadista hace que las relaciones de afinidad no sean una cosa fija sino que crezcan y se fortalezcan en la medida en que la gente se reúne a trabajar en las instituciones cooperativas que ha desarrollado. La característica de los pueblos liberales y decentes es buscar un mundo en el cual todos los pueblos tengan regímenes bien ordenados. A primera vista, podemos suponer que este propósito obedece al interés propio de cada pueblo pues tales regímenes no son peligrosos sino pacíficos y cooperativos. Y sin embargo, en la medida en la que avanza la cooperación entre los pueblos, unos se preocupan por otros y la afinidad entre ellos se hace más fuerte. Así ya no se mueven por interés propio sino por preocupación recíproca por el modo de vida y la cultura del otro, y están dispuestos a hacer sacrificios por los demás. Este cuidado mutuo es el resultado de sus esfuerzos cooperativos y experiencias comunes a lo largo del tiempo.
El círculo relativamente estrecho de pueblos que se preocupan los unos por los otros en el mundo de hoy se puede expandir y no se debe considerar estático. De manera gradual, los pueblos ya no se mueven únicamente por interés propio o por preocupación recíproca, si no que tienden a afirmar su cultura liberal y decente, hasta que se encuentran finalmente listos para actuar sobre los ideales y principios que les prescribe su civilización. La tolerancia religiosa ha aparecido históricamente como un modus vivendi entre confesiones hostiles y después se ha convertido en un principio moral compartido por los pueblos civilizados y reconocido por las principales religiones. Lo mismo se podría predicar de la abolición de la esclavitud y la servidumbre, del Estado de derecho, del derecho a la guerra sólo en defensa propia y de la garantía de los derechos humanos, que se han convertido en ideales y principios de las civilizaciones liberales y decentes, y en postulados del derecho de todos los pueblos civilizados.”